domingo, 24 de enero de 2016

RESEÑA - UN TRABAJO MUY SUCIO, DE CHRISTOPHER MOORE

O un manual de muerte para el macho beta en San Francisco.

Cuando me recomendaron este libro, no conocía al autor, ni su línea de escritura, pero sinceramente, no creí que se pareciera a nada de lo que había leído hasta ahora y me habían prometido que me lo iba a pasar bien. Y así ha sido. 



Es la novena novela de Christopher Moore, este toledano (Toledo, Ohaio, no el Toledo ibérico) hijo de un policía y de una  vendedora de electrodomésticos, heredero según la crítica, del humanismo de Steinbeck y del absurdo de Vonnegut.

El protagonista de la historia es Charlie Asher, dueño de una tienda de segunda mano en San Francisco. El pobre hombre se queda viudo al dar su mujer a luz, pero algo raro envuelve la muerte de su mujer, ya que encuentra a un enorme negro vestido de verde lima en la habitación de su esposa en el momento de su defunción.
Desde ese momento, su relación con la muerte se volverá mucho más personal, lo que le hace pensar que se ha convertido repentinamente en la Muerte. Por lo que se ve obligado a ir recogiendo las "vasijas del alma", los objetos en los que los muertos depositan su alma antes de dejar este mundo, y a almacenarlas en su tienda. En seguida se dará cuenta de que no es el único en la ciudad dedicado a este sucio trabajo. 
 
Y hasta aquí puedo leer, sin destapar nada más de una historia divertida, aunque quizá algo previsible —sí, la portada del libro adelanta mucho más de lo que debería— en la que encontramos un despliegue de cultura mortuoria tanto celta —con la aparición de las Morrigans o arpías de las alcantarillas como prefiere llamarlas Charlie— como budista —cobra gran importancia el Libro tibetano de los muertos— y unos personajes, como poco, peculiares (especialmente maravillosas las vecinas de Charlie, una rusa y otra china, encargadas de cuidar a su hija Sophie) que nos harán disfrutar muchísimo de esta ligera novela. 
A destacar: su lenguaje coloquial y descarnado («Vale que las tinieblas se alcen y cubran el mundo, pero a mí que no me jodan el buga»), plagado de vulgarismos que, sin embargo, es especialmente delicado en los pasajes sexuales (Sí, hay sexo ¡Uuuh-uhhhhh!) lo que es una gratísima sorpresa. Y por supuesto, la tradición de los relatos sobre la muerte que hay siempre de fondo en la novela, en la que además de la citada tradición celta y budista, tenemos cancerberos clásicos e incluso alguna que otra reminiscencia del Frankenstein en el curioso pueblo ardilla.

En definitiva, una novela muy recomendable para aquellos que deseen desconectar durante sus 345 páginas a través del humor de esta ficción absurdista.  

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