Título: LA CAÍDA DE HYPERION
Autor: DAN SIMMONS
Editorial: Nova
Páginas: 734
Traducción: Carlos Gardini
Si con Hyperion, Simmons logró
una proeza narrativa, su segunda parte – aunque él lo concibió como un único
libro – sigue el mismo rumbo y constituye un gran final para la obra.
No obstante, debo decir antes de
nada, que me gustó más la propuesto de la primera parte, más original y con una
construcción impecable. La Caída de Hyperion tiene una diferencia significativa
respecto a su predecesor: el modo narrativo. Simmons se aleja de los relatos
para resguardarse en un estilo más clásico, con continuos saltos entre los
puntos de vista y un ritmo trepidante que no cesa hasta el final.
Habíamos dejado a nuestros
peregrinos frente a las Tumbas del Tiempo, hogar del legendario Alcaudón, y ya
conocemos todas las historias que les han llevado hasta allí, ahora toca
descubrir por qué tienen que estar allí precisamente ellos. Para ello, Simmons
nos presenta a un nuevo personaje, Joseph Severn, un cíbrido – para aquellos que
no habéis leído Hyperion, se trata de una mente humana replicada en un cuerpo
artificial – copia de aquél que conoció Lamia en la primera parte y cuya
principal característica es su capacidad de soñar con lo que vive Lamia y los
restos del primer cíbrido. Debo decir que si bien me parece un buen personaje –
de nuevo juega con el nombre de una figura real, el amigo pintor de Keats -, la
parte del sueño me rechinaba un poco porque llega un momento que empieza a
soñar con sucesos y acontecimientos muy alejados entre sí de su “otro yo” y la
explicación que da Simmons parece más que forzada. Si bien, es un fallo menor
que no destaca en la inmensidad del universo que nos regala el autor.
La guerra contra los éxters está
en pleno apogeo y de su desarrollo dependerá en buena medida el futuro de la
hegemonía. Es esta parte de la novela una de las que más me han gustado, se
trata de una guerra muy distinta a las terrestres debido a que se desarrolla en
distancias inmensas y en la que hay que tener en cuenta mil variables como las
deudas de tiempo y las estelas de los motores Hawking. Aquí el peso principal
lo lleva Meina Gladstone, la FEM o Funcionaria Ejecutiva Suprema – sí, queda
mejor en siglas – cuyos capítulos siempre sacaban sorpresas increíbles y
algunas revelaciones que hacían tambalear el tablero de fichas que es La Caída
de Hyperion. Además, sus paseos entre los mundos a través de los portales de la
Red son increíbles.
Estos dos personajes sirven de
contrapunto y renovación a los ya conocidos peregrinos que también cuentan con
sus dosis de protagonismo. Sin embargo, aquí la novela pierde fuelle desde mi
punto de vista. El misterio del Alcaudón y las Tumbas del Tiempo que tan bien
funciona en el primer libro, aquí acaba por hacerse repetitivo y salvo en los momentos
cúlmenes, que haberlos haylos, la estancia de Sol, Lamia, Silenus y los demás
en las Tumbas se acaba convirtiendo en un juego del ratón y el gato al que solo
le falta la música de Benny Hill; que
si Lamia va para allá, el Alcaudón aparece allí y se lleva a no sé quién que
reaparece un poco más allá y luego no lo encuentran hasta que otro vuelve a
desaparecer y reaparecer cuatro tumbas más lejos. Creo que esta parte se podía
haber reducido y condensado en momentos mucho más impactantes, manteniendo el
terror que produce el Alcaudón en la primera parte y que aquí, por cotidiano y
a veces absurdo, acaba por perderlo.
Pero todo esto no es más que una
pequeña parte del verdadero arco narrativo del libro: el Tecnonúcleo y su búsqueda
de la IA suprema. No puedo decir nada de esta parte por miedo a desvelaros
alguna sorpresa, simplemente que el final, donde la presencia de las IAs es
constante, coincide con el cénit de la obra, volviendo la lectura una adictiva búsqueda
de respuestas.
Simmons es un maestro de contar historias
paralelas y aquí lo demuestra una vez más. Cada giro está previamente calculado
y todos los hilos están bien unidos en un tapiz que no ves hasta el final. ESE
final. No puedo estar más contento con el final que deja la última línea.
Hubiese cambiado ciertas cosas pero no el final, me parece increíble y un gran
acierto. La forma en la que Simmons juega con el lector es magistral y pese a
ciertas carencias de originalidad – Ejem, skynet, ejem – firma una segunda más
que digna.
Por último, como siempre, un olé
por Nova y su estupenda reedición, que ha solucionado algunos fallos de la
primera parte. La traducción de Carlos Gardini que ha debido de costarle lo
suyo con tanto término del tipo del Tecnonúcleo, me ha parecido estupenda.
Si has leído la primera parte, no
tengo duda de que devorarás la segunda, y si todavía no te has embarcado en el
viaje hacia las Tumbas del Tiempo, no lo dudes, el Alcaudón espera junto a lo
mejor de la ciencia ficción.
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