Después de la agradable
sorpresa que me llevé con Amanecer Rojo,
decidí ver si mi racha en la llamada “distopía adolescente” continuaba. Así que
me dejé engatusar por el hype y pronto tuve en mis manos Una Llama Entre Cenizas de Sabaa Tahir.
Error. Y error de los
gordos.
“La acción de Los Juegos del Hambre, la épica de Juego de Tronos, la heroicidad de Divergente y la ambientación de Gladiator” Así se vendía este libro, escrito
tal cual venía en la portada. Bien, no sé a qué iluminado se le ocurrió
semejante disparate de pero me imagino que le encargaron meter el nombre de
todo lo que sea conocido y pinte bien en una fórmula breve que de publicidad;
si es así, olé, porque la jugada le ha salido perfecta, nos la han colado, pero
del todo. Una Llama Entre Cenizas no
tiene acción ni épica alguna (y mucho menos la de Juego de Tronos), la heroicidad está cogida con pinzas y de la
ambientación hablaremos más adelante, pero vamos, han puesto Gladiator como podían haber puesto
cualquier cosa donde salía un romano.
Vamos por partes, Tahir
nos trae una historia narrada desde dos puntos de vista, el de Laia y Elias. La
una es una académica, lo que significa que pertenece a los restos de la
población de un antiguo imperio basado en el conocimiento, ahora ese imperio ha
sido conquistado y sus miembros esclavizados. Ella, junto a su familia
sobrevive como puede bajo el yugo de los Marciales, los conquistadores, a estos
guerreros pertenece Elias, nuestro segundo punto de vista. Para más drama, está a punto de convertirse en un Máscara, un
guerrero de élite de los Marciales. Así pues, vemos un punto de partida muy
prometedor, con un mundo similar a la organización romana, con una casta de
esclavos sometidos y otra de conquistadores. Hay que decir que el libro empieza
bien, rápido, sin medias tintas, y nos presenta a los personajes sin tiempo
para asimilarlo, contra todo pronóstico la fórmula funciona y pronto
empatizamos con ellos. El problema viene después, cuando Laia, pasado un
capítulo (¡uno!), contacta con la ¿esquiva? rebelión. A partir de ese momento,
Tahir se esfuerza por meternos a una Laia débil y cobarde con calzador,
repitiendo hasta la saciedad lo mal que se siente por todos y lo deprimida que
está. Entre medias, vemos la preocupación por su hermano que la lleva a aceptar
un trato a todas luces sin sentido pero bueno, lo aceptamos. El problema no es
la trama si no cómo está llevada y sobre todo, como están tratados los
personajes respecto al argumento. Sinceramente, daban para más y en el
principio lo demuestran.
Elias pasa de ser un
personaje valiente y con juicio propio a convertirse en un perro faldero
babeante cuando conoce a Laia. No digo que no pueda meterse el amor, pero no de
sopetón y de forma tan abrupta que los personajes cambien radicalmente.
Y ese es el gran
problema de la novela, sus personajes. Laia y Elias son absurdos, quizá Laia un
poco más, pero van casi a la par. Los secundarios, bien metiditos en sus trajes
tejidos con cada cliché del género, son tan previsibles que a veces es hasta
insultante y para colmo, la autora se ve en la necesidad de repetirnos la
situación una y otra vez. Ya sabemos quién ama a quién, ya sabemos quién tiene
celos, cuál es el amor secreto y quién esconde algo. Es obvio, tus personajes
lo repiten veinte veces, no hace falta que lo hagas tú también.
No quiero desvelar nada
de la trama, pero hay dos personajes que sobresalen en la novela por encima de
todos. El primero es la Comandante de Risco Negro, la antagonista, malvada,
cruel y todos los adjetivos que puedas imaginar, pero tiene planta, es consecuente
y actúa según su poca cordura le dicta, tiene unas motivaciones ocultas que
intrigan y esconde secretos que apenas alcanzamos a conocer, eso la hace
enormemente más interesante que los dos protagonistas juntos. El segundo es en
realidad un grupo, los Augures, quizá la parte más fantasiosa de la novela. Capaces
de hacer magia, inmortales, con el don de la profecía y una red de intrigas que
no acaban de dejarnos claro si están de un bando o de otro. Sus apariciones
coinciden con los mejores momentos de la obra y nunca decepcionan.
Por otro lado tenemos a
la resistencia, que tienen más nombre que otra cosa. El que debería ser su
líder fuerte, da más la sensación ser alguien muy cabreado y poco más. El gran
héroe de los rebeldes que nos pintan al principio cuando Laia los encuentra,
acaba por convertirse en la tercera pata de un triángulo amoroso tan poco
creíble como mal llevado. De hecho, la sensación general al finalizar la novela
es que los secundarios tan solo están para generar una leve inquietud romántica
en la obra y eso resta mucho. Una obra sin personajes secundarios fuertes
pierde fuelle y Una Llama Entre Cenizas no
es una excepción. Ni siquiera los secretos sobre la familia de Laia que la
autora introduce logran salvar la sensación de historia plana hasta decir basta.
Podemos salvar el
final, donde por fin vemos algo de acción propiamente dicha y Laia empieza a
parecerse a la heroína que querían pintarnos desde el principio. Es un final
abierto, que deja el poso de que se podía haber contado lo mismo mucho mejor,
quitar paja y alargar un poco el final para ver hacia dónde vamos. Dejando el
final como lo deja, genera interés, sí, pero ni mucho menos el que podría haber
creado de otra forma a mi parecer, y eso anula en gran parte la inquietud que
tendríamos que tener por ver qué va a pasar después.
Una
Llama Entre Cenizas es, en definitiva, una obra que muere
por sus protagonistas y excesivo interés en hacer de la trama amorosa su hilo
conductor. De lo que promete, se acerca cumplir con la ambientación, que
francamente es original y muy vistosa, pero poco más. Entre las cosas a
destacar está el título, casi de lo mejor del libro y la sensación de saber que
pudo haber sido mucho mejor. Una llama
Entre Cenizas que se queda en chispita.
- Caótico
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