Geral,
Geral, Geralt…volvemos a encontrarnos y puedo decir, que con mucho gusto.
La Espada del Destino es la continuación de las andanzas de nuestro brujo
favorito, Geralt de Rivia, después de que le conociéramos en El Último Deseo (su reseña aquí). Sapkowski
vuelve con una nueva entrega repitiendo el sistema que tan buen resultado le
dio en la primera obra de la saga.
La Espada del Destino, que como la primera y el resto de las novelas de
la saga, ha reeditado Artifex en una edición impresionante, está compuesta por
seis relatos con una relación no argumental entre ellos. Es una novela
independiente y aunque se entienda mejor habiendo conocido a Geralt en El Último Deseo, no considero que sea
indispensable para disfrutar de la maravilla que es La Espada del Destino.
Sobre
su sinopsis hay poco que decir ya que cada relato nos narra acontecimientos
distintos, pero valga decir que empieza con la búsqueda de un dragón (de ahí la
portada), y sigue una estela de tramas ordenada cronológicamente. También me
gustaría destacar la gran labor en la traducción de José María Faraldo, que no
ha debido ser nada fácil.
Como
ya dije durante la reseña de El Último
Deseo, aunque Geralt es un brujo y mate monstruos, no son estos el eje del
libro. Geralt nos sirve de espejo para ver dentro del ser humano, con sus egos
y avaricias, y lo hace en todo su esplendor, sin medias tintas ni idealismos.
Los monstruos son monstruos porque así lo consideramos nosotros, nada más, y
Geralt lo dice varias veces durante la obra. La vena ecologista se ve de nuevo
e incluso en mayor medida, en personajes como el hechicero Dorregaray, que
defienden con vehemencia que se debe proteger a estas criaturas de la
extinción. Es una reflexión muy interesante que prácticamente no se ve en otras
obras del género y añade un valor más a la creación de Sapkowski.
El
tono es el mismo al que el autor nos tiene acostumbrados, con el tono ácido y
cínico de Geralt en contrapartida con el resto de personajes, aunque muchos de
ellos también acaban mostrando ese toque de humor negro y pragmatismo tan
alejado del cuento de hadas. Así, veremos a Geralt hablar con hechiceros, monstruos
o reyes, y encontramos más similitudes que diferencias entre ellos.
Sin
embargo, pese a que la premisa es básicamente la misma, La Espada del Destino difiere en varias cosas con su predecesor. El
componente dramático está mucho más acentuado aquí, siendo en ocasiones hilo
conductor al enredarse tanto en la historia de Geralt como en la de los
secundarios. Pero no hay que confundir esta presencia de drama con una
disminución del ritmo ni de la acción, pues sigue habiendo en grandes
cantidades, es solo que Sapkowski parece querer centrar nuestra atención sobre
las consecuencias que tiene cada acto, incluso los que se hacen con la mejor
intención. Geralt es un brujo pero no es inmune a esto, por mucho que se empeñe
en negar sus sentimientos, lo que a su vez prueba que los tiene.
Hay
drama sí, y gran parte de él se destila en forma de dos historias de amor tan
diferentes como retroalimentadas entre sí. La primera – y no desvelo nada que
no sepamos – tiene que ver con su relación con Yennefer. La hechicera sigue
siendo una secundaria de lujo y me ha gustado más su aparición en este segundo
volumen (después de leer el relato de “Esquirlas de Hielo” tendrás ganas de
tener un Milano y no necesitarlo nunca). La relación amorosa con Yennefer se
intensifica y aumenta de forma considerable, permitiéndonos explorar esa parte
de Geralt tan diferente de lo que nos suele mostrar, entenderemos mejor el trasfondo
de esa relación y llegaremos a sentir un manojo de sensaciones contradictorias
tanto hacia Geralt como hacia Yennefer.

La
segunda de las historias de amor tiene que ver con una guapa bardo apodada
Ojazos, que muy hábilmente mostrará la otra cara de una relación amorosa. El
tema del sacrificio, que toda relación necesita, está tratado con maestría y
aunque se puede hacer menos interesante que la de Yennefer, sigue siendo
excelente. Aunque es cierto que he de admitir que así como la historia sobre la
hechicera funcionaría perfectamente en solitario, la de Ojazos no se sostendría
sin el contrapunto de lo que ya sabemos sobre Geralt y Yennefer.
Entrando
en el tema de los secundarios que rodean a Geralt de forma puntual o con mayor
duración, tenemos que volver a mencionar a Jaskier, el bardo, y ¡buenas noticias!
su protagonismo disminuye considerablemente comparado con el primer libro.
Aparece, sí, y lo hace a menudo, pero pocas veces como la única voz que
acompañe a Geralt lo que minimiza la pesadez de sus comentarios (en serio, no
puedo con él). Además de la neutralización de Jaskier hay otra gran noticia en La Espada del Destino: la aparición de
Ciri. Es aquí donde más necesitarás saber algo del primer libro, pues tiene
cierta relación con uno de los relatos que se incluyen en El Último Deseo, si no lo has leído, al principio te extrañarás
pero puedes deducir lo ocurrido por el contexto sin problemas. Ciri es ni más
ni menos que el precio que Geralt impuso años atrás por un trabajo y su
presencia es recurrente a lo largo del libro, ya sea como niña en apuros,
princesa nombrada de pasada o núcleo de un relato. La pequeña Ciri – que te
sacará de quicio en su primera aparición – y su relación con Geralt son el
verdadero núcleo del libro y en el final entenderás por qué.
Es este final el
que, con la maestría acostumbrada en Sapkowski, sirve para concluir el tema Ciri
que tantos rodeos ha dado durante la obra y al mismo tiempo, para introducir la
continuación de las aventuras de Geralt, pues se empieza a hablar de una oscura
amenaza y vemos por fin un enemigo que parece que será el rival de Geralt en el
resto de la saga. Ojo, no quiere decir esto que tengamos un final abierto, ni
mucho menos, simplemente se introduce y queda flotando en la lejanía como una
amenaza para los que se atrevan con el tercer volumen: La Sangre de los Elfos, el cual ya tengo en mi poder y espero
reseñar pronto.
Por
tanto, estamos ante una gran continuación, con elementos nuevos, que no pierde
ni un ápice del atractivo de Geralt ni del mundo del que Sapkowski le rodea. Fantasía
sin medias tintas, narrada con maestría y una promesa de que la historia de
Geralt no ha hecho más que empezar.
¡Geralt
ha vuelto y está aquí para quedarse!
- Caótico.