miércoles, 28 de septiembre de 2016

#RESEÑA LA CORTE DE LOS ESPEJOS - C. Perea

 Autor: Concepción Perea
Título: La Corte de los Espejos
Editorial: Fantascy
Páginas: 672









Una novela de fantasía repleta de acción y aventura donde, por fin, se acabaron las hadas buenas.
TerraLinde, un reino donde las hadas no creen que los humanos existan, una vieja ciudad que fue decisiva durante la Guerra de la Reina Durmiente. Han pasado años desde ese cruento conflicto que dejó tras de sí una paz delicada, una larga lista de rencores y un trono inestable.
Allí viven Nicasia, una knocker del gremio de ingenieros, y Dujal, un phoka demasiado aficionado al riesgo. Ambos llevan años enzarzados en un pulso de poder en el que Marsias, un apacible sátiro dueño de un burdel, trata de mediar como puede. El asesinato de Manx, tutora de Dujal y compañera de armas de Marsias y Nicasia, los obligará a unirse para encontrar a los culpables. Juntos emprenderán una investigación que los llevará desde los bosques de los centauros hasta las montañas de TocaEstrellas, habitadas por los feroces goblins. Y siempre perseguidos por la larga sombra de la misteriosa Dama RecorreTúneles.


La fantasía es un género inmerso en una renovación que cada vez la aleja más de los cánones y clichés antiguos. La lista de nuevos autores que han elevado la fantasía en nuestros días es larga y se puede decir que vivimos una nueva edad de oro, sin embargo, en nuestro país sigue siendo un género minoritario a la hora de publicaciones, que no de escritores. Hay mucha gente que escribe fantasía, pero no mucho que logren publicarla (no entraré aquí en los motivos) y de ese porcentaje, la abrumadora minoría son mujeres. Es por eso que leer La Corte de los Espejos es una sorpresa más que agradable al reventar todas estas estadísticas.

Fantascy inició su sello apostando por Concepción Perea y el resultado no pudo ser mejor. A día de hoy es la mejor novela de fantasía nacional que me he llevado a los ojos. No es perfecta, claro, pero cumple, con mucho, lo que le exijo a toda novela.


Al principio, cuando supe que iba de hadas me eché para atrás, lo primero que me vino a la mente fue fairytopia y no es buen presagio, pero tras muchas y muy buenas críticas, decidí darle un voto de confianza. Y no, no es una novela de hadas bonitas, elegantes, con polvos mágicos y alas transparentes. Las hadas que imagina Concepción Perea son una especie global que se compone de muchas otras. Viven en otro plano de la realidad y para ellas, los humanos somos seres de cuento, exactamente igual que ellas para nosotros.



Lo que más me gustó del principio – además de los nombres de los capítulos – es que aquí prácticamente nada se explica. Las cosas son y punto, nadie te mastica nada ni hay párrafos enteros de información como en un museo. Es cierto que tampoco apareces en la novela sumido en el caos, no hay situaciones estresantes al principio pero todo sirve para que te hagas con el mundo y los personajes a las primeras de cambio. Después del prólogo más largo del mundo, inicias la novela con bagaje suficiente del mundo que te rodea como para no perderte, pero la autora tiene el buen tino de guardarse multitud de sorpresas. Para cuando llevas la mitad de la novela, te das cuenta de que ese mundo en apariencia sencillo, es complejo, está lleno de vida y desprende ingenio por los cuatro costados.

Ahora bien, si al principio el mundo llamó mi atención, la característica que más me ha gustado ha sido el trasfondo que tiene absolutamente todo en esta novela. No es un universo estático, los personajes no son maniquíes con más o menos personalidad, aquí todo tiene una historia detrás. Terralinde, que es como se llama el mundo de Concepción Perea, tiene una larga y enrevesada tradición, una suerte de mitología mezclada con su realidad que llena cada acción de la novela. La capital del reino de Terralinde que además da nombre la novela: La Corte de los Espejos, es el centro de una tierra que vive una aparente calma de postguerra. Las razas cohabitan en un equilibrio surgido de la paz entre especies que ha mermado el poder de la nobleza y engrandecido los derechos de los plebeyos creando una especie de burguesía entre los gremios de artesanos, mercaderes y demás. Esta historia tras la historia es una característica de todos los buenos libros y enriquece enormemente todos los sucesos del libro, pues si cada rincón del mundo desprende recuerdos, los personajes no iban a ser menos.

La magia, tratada de forma muy curiosa, es otro elemento vital, a pesar de estar presente en cada momento de la vida de las hadas, tiene mil formas, tipos y recursos a la hora de plantearse, a la vez que muchas veces se ve unida a avances tecnológicos muy interesantes. La autora hace un gran trabajo a la hora de tratar el elemento mágico tan intrínseco a las hadas de una forma original, a la par que las divisiones entre las propias hadas, con sus diferenciaciones entre la Hueste Estival y la Hueste Invernal. Ha sido un detalle que me ha gustado mucho.

Nicasia AKA La puta ama


El centro de la historia, con la aparición puntual de otros personajes, lo manejan Nicasia y Dujal. La primera es una artesana mestiza de sangre goblin y con mucha fama en el reino, tanto por sus trabajos como por su mal carácter. Se nos menciona varias veces que tuvo un papel vital en la guerra defendiendo la capital y eso ha hecho crecer su fama por toda Terralinde; sin embargo su carácter huraño, malhumorado y un poco antisocial crean un contraste muy bueno con su fama. No la quiere, no la necesita y es cínica y pragmática hasta extremos insospechados, aunque al mismo tiempo posee un sentimiento de culpa inmenso por no haber podido hacer más. La verdad es que es un personaje con muchas aristas, luces y sombras, y un enorme acierto de la autora. Dujal en cambio, y aquí sí se siguen los cánones que dictan que los personajes deben ser opuestos, es un phoka – hada con la habilidad de transformarse en un animal y adquirir sus rasgos –jovial, más joven que Nicasia, seductor, buscavidas, aventurero y extrovertido hasta la saciedad. Su parte de gato le da un aire de misterio y de primeras puede parecer un personaje más típico: el seductor galán que nunca se queda mucho tiempo y lo consigue todo por encanto y sonrisa, aunque con el tiempo sufre una evolución más que interesante. En medio de estos dos extremos aparece el equilibrio del libro y elemento clave para hacer que los personajes funcionen: Marsias, un fauno que regenta un burdel y que es amigo de ambos. Nadie que haya leído el libro puede decir nada malo de Marsias, la novela no funcionaría sin él.

A este grupo de tres protagonistas se le une un gran abanico de secundarios como Manx, el inigualable y al mismo tiempo adorable y temible Boros, Mesalina, Hyarmen o la Dama Mirlo entre otros. Cada uno, hasta le menor de ellos, con una profundidad y rasgos propios muy bien construidos.

Nicasia, Dujal y unos amigos.


Estoy seguro de que de primeras todo el mundo pensaría en un instalove con los personajes principales, pero – sin spoilers claro – ya os digo que yo me he llevado una grata sorpresa. Ya he dicho que los personajes tienen fondo y por tanto, el elemento amoroso, también. Aquí Concepción Perea hace gala de una extraordinaria habilidad para contar historias paralelas a la principal de forma sutil pero firme, algo realmente difícil de encontrar.

Pero no todo pueden ser rosas, si bien el libro me ha gustado mucho, me he quedado con ganas de saber más de toda esa historia que hay detrás, la guerra, la sucesión, etc. Así como de conocer a la famosa reina Silvania, tantas veces mencionada pero nunca vista. Hay muchos misterios que rodean el final y parece que la autora se guardó cosas para una posible secuela que sería muy bienvenida.

El final es otra de las pegas que le pondría al libro. Después de 600 páginas colocando y moviendo muy bien los peones en su tablero de juego, el desenlace parece más un mamporro en la mesa que hace que se caigan todas las fichas más que una jugada pensada acorde al resto de lo que hemos visto. La historia se soluciona sí, pero queda un regusto extraño que no me ha terminado de convencer.

Tenemos por tanto personajes geniales alejados de los prototipos, un mundo con trasfondo y dotado de vida y una escritura fácil y que engancha desde la primera línea. El final podría mejorarse pero es una lectura entretenida y absorbente que te deja una sensación refrescante entre tanta fantasía medieval clásica. Hay fantasía nacional de calidad, señores.


 

domingo, 25 de septiembre de 2016

#RESEÑA CUCHILLO DE AGUA - P- Bacigalupi



 Título: CUCHILLO DE AGUA
Autor: PAOLO BACIGALUPI
Editorial: FANTASCY
Páginas: 537
Traducción: Manuel de los Reyes





SINOPSIS
En un futuro no muy lejano, tras siglos de sobreexplotación, el río Colorado se está secando. La catástrofe obliga a miles de ciudadanos a emigrar a zonas más fértiles de los Estados Unidos, pero los estados construyen barreras para impedir la marea de refugiados que se les viene encima.
A medida que la sequía se extiende y se prolonga, el campo y las ciudades se convierten en páramos sin ley, presa de especuladores.
En medio de esta desalmada guerra por el agua, el mercenario Ángel Velázquez está al servicio de un poderoso cártel que busca nuevos acuíferos. Siguiendo su cometido se cruza con la curtida periodista Lucy Monroe, quien conoce de primera mano el peligro de saber demasiado, y con la joven María, hija de un emigrante mexicano, que sueña con escaparse al norte.
Con la ciudad de Phoenix viniéndose abajo, no queda más remedio que depender los unos de los otros para sobrevivir. Aun así, en un escenario en el que el agua vale más que el oro, las alianzas resultan tan movedizas como la arena.

Una cosa está clara, Paolo Bacigalupi se ha consagrado como uno de los mejores creadores de mundos futuros del panorama actual.


Ya en su momento, reseñando La Chica Mecánica, hablé sobre su capacidad de crear un mosaico verosímil para su mundo, puliéndolo en mil detalles y afinándolo hasta tal punto que te parece un escenario totalmente real. Si bien en La Chica Mecánica no supo unir ese mundo a una historia que estuviera a la altura, en Cuchillo de Agua ha solventado este error. La historia atrapa, los personajes gustan y la trama avanza a golpe de giros de guion.


Bacigalupi nos presenta un mundo regido por las leyes del agua debido a la sequía que azota al río Colorado y la sobreexplotación. Todo gira en torno al líquido azul y como en cualquier sistema, las diferencias entre ricos y pobres son abismales. Mientras en las calles hay gente que literalmente bebe su orina para sobrevivir, en las torres de las grandes corporaciones la gente disfruta de aire acondicionado, piscinas y fuentes. Quizá parezca una locura pensando en un futuro cercano en el que los derechos humanos aún no se han olvidado, pero como se dice una y otra vez en el libro, las viejas formas de pensar no sirven para nada. Hay que adaptarse a lo que viene y Bacigalupi no mete en un mundo en el que el capitalismo feroz y la lucha por el agua se han llevado a tal extremo que lo poco que queda del gobierno estadunidense tiene que tragar para no verse arrastrado por la corriente.

El Río Colorado



El mundo árido y desértico en el que se desarrolla la historia, centrada principalmente en Phoenix, que ha quedado atrapada en la guerra entre Vegas y California, se enriquece con toda una terminología nueva, algo que empieza a ser marca de la casa para Bacigalupi. Tenemos los Calis, los agentes de California, los Cuchillos de Agua, que vendrían a ser agentes secretos a medio camino entre la leyenda urbana y un espía encargados de sabotear, sobornar y vender información sobre el resto de ciudades, las chicas bangbang (prostitutas de Texas que buscan un futuro), maris, pentas y toda una retalla de nombres asiáticos en los que Bacigalupi hace gala de nuevo de su experiencia con el mundo oriental. Cada uno de ellos sirve para que entres más en la historia, te sumerjas en el mundo de traiciones, influencias, pobreza extrema y riqueza abusiva que tiene al agua como epicentro. Aquí no hay infodumping, Bacigalupi te tira todo a la cara y si lo coges, bien, y si no ya lo acabarás pillando, no se molesta en masticarte nada, los juegos de poder y traiciones se suceden uno tras otro sin darte un respiro e incluso los propios personajes que ya conoces te sorprenden actuando de la misma forma que los teóricos villanos. Esa es la clave de la novela, la ambición llama a la puerta de todo el mundo y los pocos que no responden a su llamada acaban aplastados por el resto.


Como ya ocurriera con La Chica Mecánica, hay un enorme contenido medioambiental en la novela. Los riesgos de la sobreexplotación, el peligro de la compra de derechos por tierras que son de todos, el aumento del capital privado sobre bienes naturales y una larga lista de etcéteras, componen las nada sutiles alertas que Bacigalupi nos hace sobre la forma en que gestionamos nuestra relación con la naturaleza. El escenario que plantea es distópico sí, quizá extremista, pero aterrador porque informándose un poco, no es para nada descabellado.




Respecto a los personajes, Bacigalupi repite esquema y nos trae tres puntos de vista muy bien escogidos. El principal por ser el hilo conductor de gran parte de la trama es Ángel Velásquez, uno de los mejores Cuchillos de Agua de Vegas y encargado de descubrir qué está pasando en Phoenix a raíz de la desaparición de algunos contactos. La forma de desvelar su tortuoso pasado y el motivo de su lealtad con una ciudad que le trata como un perro amaestrado me ha parecido de los mejor de la novela, además de su cinismo y sentido práctico de la vida alejado de idealizaciones. No es un hombre de acción al uso y eso lo diferencia de otros personajes de este tipo, de hecho, durante gran parte de la novela, se muestra como el más reflexivo de los personajes cuando en apariencia debería ser el más simple. La segunda voz principal es Lucy Monroe, una periodista de esas que solo parecen existir en la ficción y que está dispuesta a todo por destapar la guerra fría por el agua que se cuece en los márgenes del río Colorado. Ella tiene beneficios, es una extranjera con una cartilla especial, no es pobre pero vive rodeada de aquellos que lo son. Empieza siendo testigo y a cada paso que da se aleja más de la comodidad de su país natal, adentrándose en la fauna local hasta ser una más. Es la interacción de estos dos personajes lo que sustenta la trama y a mi juicio, le da aún más credibilidad. Ojalá las relaciones entre protagonistas fueran siempre más parecidas a las que Bacigalupi crea en su obra. Por último está María, la tercera pieza de la jerarquía, el último eslabón, los vagabundos pobres sujetos a mafias y que sueñan con el imposible de llegar al norte. En sus carnes vivirá lo peor de la situación de Phoenix y a cambió, nos otorgará algunas de las mejores reflexiones del libro. Aunque debo decir que me parece el personaje más flojo y a veces sus avances son poco menos que forzados.


La traducción corre, una vez más, a cargo de Manuel de los Reyes, que como acostumbra hace un trabajo magnífico. En ningún momento te acuerdas de él y la novela parece más un original que una traducción. Respecto a la edición, Fantascy continúa con el sello de calidad al que nos tiene acostumbrados y apenas hay erratas que destacar.


Vemos por tanto, que Bacigalupi culmina con éxito su segunda novela, mucho más redonda y entera que la anterior y con un final más cerrado. Huye de incógnitas sin respuesta y de enormes debates morales para volverse pragmático y resolutivo al mismo tiempo que sus personajes. Esta vez sí, da con la tecla y su Cuchillo de Agua se convierte en una de las distopías esenciales de los últimos años.




martes, 13 de septiembre de 2016

#Reseña LAS MONARQUÍAS DE DIOS: El viaje de Hawkwood - Paul Kearney

Autor: Paul Kearney
Título: El Viaje de Hawkwood
Editorial: Alamut Ediciones
Páginas: 352







La saga de “Las monarquías de dios” de Paul Kearney arranca con “El viaje de Hawkwood”, cuya premisa parece prometedora; en una región a imagen y semejanza de la Europa del siglo XV-XVI estalla una guerra religiosa, a la vez que el invasor llama a las puertas: los Merduk, que pretenden conquistar el mundo. La autoridad religiosa aspira a limpiar las monarquías de herejes, y para la iglesia herejes son los practicantes de la magia, el dweomer; empieza un pogromo de extranjeros y magos. Para salvar a algunos de ellos, el Rey Abeleyn monta una expedición a un posible continente escondido en el lejano oeste, a ultramar, y los embarca en ella.

Antes de adentrarnos en el análisis de la saga, hagamos un aparte.

Imaginemos – al pensar en la creación de mundos de fantasía – una regla. El cero es nuestro mundo: presente o pasado. Tomándolo como base parten todos los universos fantásticos, normalmente usando la Europa medieval. Si avanzamos unos pocos centímetros, encontramos las ucronías: son variaciones de nuestra historia a través de modificar uno o varios elementos históricos clave. Aún demasiado cerca del cero, no hay fantasía: no hay elemento sobrenatural. Avancemos un poco más y llegamos a la fantasía histórica: nuestra misma realidad enriquecida con elementos fantásticos. Puede tratarse tanto de lo que normalmente entendemos como fantasía urbana (ambientación actual) como la clásica fantasía “mitológica”: relatos de tiempos pasados, a veces de figuras históricas reales, que conviven con la fantasía, a menudo usando los mismos mitos y leyendas propias de entonces.
Si seguimos adelante empezamos a abandonar primero nuestra geografía, luego nuestra historia, finalmente nuestras leyes físicas (magia) o naturales (criaturas fantásticas, aparición de otras razas inteligentes: enanos, elfos, etc): y cuanto más lejos llegamos, menos rastros del origen – nuestra realidad – encontramos.


Un ejemplo práctico en una regla de quince centímetros. En el cero está “Los reyes malditos”, de Maurice Druon. Novela histórica pura y dura, bien documentada: realista. En el uno, “Tiempos de arroz y sal” de Kim Stanley Robinson; una ucronía, relato de lo que habría pasado si la peste negra hubiera llegado un poco más lejos y aniquilado la población Europea en lugar de simplemente devastarla. Saltamos un poco, hasta el tres o el cuatro: “La saga de Hrolf Kraki” de Poul Anderson o la “Serie de Latro” de Gene Wolfe. Ambientación histórica, personajes (protagónicos o secundarios)  posiblemente reales aunque no hay suficiente base como para asegurarlo con certeza. Poul Anderson por ejemplo recrea meticulosamente la vida en Dinamarca entorno al siglo VIII, y de vez en cuando añade algún elfo, algún brujo, una maldición aquí y allá. Entorno al siete estaría “El señor de los anillos”: un mundo nuevo, imaginado de principio a fin. Hay magia, dioses y seres fantásticos, pero de un modo comedido; el mundo sigue siendo de los humanos, lo normal para ellos encaja bastante con nuestra normalidad. En Minas Tirith podríamos vivir toda una vida sin ver nada que escapara de lo que podría verse en, digamos, el Londres del siglo XIII. Los referentes históricos que Tolkien usa para su setting se pueden reconocer fácilmente. Entorno al diez estarían muchas fantasías de franquícia, como Reinos olvidados, donde hay tanta magia que se vuelve mundana; varias razas conviven con relativa normalidad, dragones por todas partes, etc. Y cerca del quince estaría Malaz, donde las referencias al punto de partida están diluidas hasta el punto de lo casi irreconocible. Varias culturas podrían encajar con las que vemos en Malaz; podemos leer en algunos sucesos cierto paralelismo, pero está tan diluido, tan mezclado que parece un espejismo. La fantasía, en Malaz, es un all in; mucha más magia – más abundante, al alcance de más gente... y más potente: capaz de mayores portentos - , más dioses y semidioses, más criaturas extrañas, más razas inteligentes con capacidades extraordinarias, más conceptos nuevos que no encajan en nada que se nos ocurra.



Dicho lo cual, vayamos al grano con la saga que hoy nos ocupa: “Las monarquías de dios”. En el esquema que hemos establecido ocuparía un lugar muy vago: un cinco, por ejemplo. Hay un poco menos de elemento fantástico que en la fantasía histórica, pero el mundo es inventado:  la invención es tan deudora de nuestra historia, en tantos aspectos, que a veces parece una ucronía. Y esta vaguedad no acaba de gustarme.

Si vamos a crear un mundo fantástico pongamos toda la carne en el asador: imaginemos algo tan nuevo como nos sea posible. Si queremos añadir fantasía a hechos históricos, dejemos aparcado el worldbuilding y vayamos a documentarnos bien y a estudiar cómo combinar ambas cosas. Quedarse entre medias como hace “Las monarquías de dios” es... extraño. Para mi, por lo menos. Tenemos un setting que es básicamente la Europa occidental; varios reinos surgidos tras la caída de un gran imperio, unidos por una misma fe.  Amenazados por un pueblo expansionista que en la novela son los Merduk pero que fácilmente podemos identificar como los Turcos del imperio Otomano. En el primer tomo de la saga suceden tres cosas que son precisamente las que tradicionalmente definen las últimas décadas del siglo XV y el fin de la edad media: la caída de la ciudad impenetrable de Aekir (caída de Bizancio), la expulsión de los extranjeros infieles de los reinos Ramusianos (Expulsión de los moriscos de Granada) y descubrimiento del continente occidental (descubrimiento de América). Se nos describe un escenario en el que la alta jerarquía eclesiástica está abusando de sus prerrogativas, alejándose del espíritu original de las escrituras en una deriva lenta pero segura desde la misma fundación de la institución. Un simple monje de una orden menor descubre indicios de esta divergencia entre las enseñanzas originales y las prácticas actuales y, podemos suponer, tarde o temprano hará algo al respecto. En otras palabras: la misma situación que denunció Martín Lutero en el siglo XVI y que llevó a la reforma protestante.
Me pregunto: ¿Es necesario llamar “Ramusio” a una figura que esencialmente es Cristo? Cambiar cuatro nombres y alterar algunos hechos... ¿Qué aporta exactamente? Recordemos otras sagas fantásticas donde no había mucho disimulo entre lo inventado y la base del mismo: “Añoranzas y pesares”, por ejemplo. Lo mismo: un setting que es básicamente Europa, que ha seguido el mismo rumbo que Europa tras la caída del Imperio Romano, que es un eco que moldea un ideal de lo que un Rey, y su Reino, deberían ser. Tad Williams incluso tiene el descaro (divertido, por otra parte) de inventar nombres tan ocurrentes para los meses del año como “octundre”, “avrel” o “ferruero”. Pero esto es la base: y Williams hace que su mundo, su historia, evolucione de forma original; y nos da personajes tan atractivos como Lady Máscara de plata, Ineluki, Cadrach, Pryrates o Simon.

No estoy seguro de que este sea el caso de Paul Kearney. “El viaje de Hawkwood” parte de este lugar común (caída de Aekir/Bizancio, avance Merduk/Otomano, división religiosa en ciernes, purgas étnicas) pero no estoy seguro de que nos lleve a nada nuevo. Y por eso me pregunto si es necesario este maquillaje fantástico que se queda tan a medias: si estos eran los temas que le interesaban al autor ¿no habría salido una historia mejor relatando sucesos históricos reales y salpimentándolos con fantasía? Colón podría perfectamente ser un Hawkwood llevándose a ultramar a un grupo de magos exiliados de todas partes de Europa.



A partir de aquí, la reseña contendrá spoilers; id con cuidado. Dejando de lado lo que podría haber sido, lo que es de momento no satisface. Los personajes son todos muy tópicos. Un rey joven con alguna que otra idea de progreso, dispuesto a ir contracorriente. Un soldado desertor torturado por el remordimiento y el pesar del amor perdido, su amada; quien, sin que él lo sepa, no murió sino que fue capturada por los Merduk. Un puñado de sacerdotes fanáticos sumamente planos. Hawkwood es un poco mejor, pero solo un poco: sus capítulos son los más interesantes.

La épica no me parece gran cosa. Y está malograda por los números hinchados, que le restan credibilidad. En un momento dado el enemigo Merduk asalta Aekir con centenares de miles de soldados; el plan consiste en abrumar las defensas a base de pura superioridad numérica, perdiendo a miles en el proceso. No importa, puesto que seguirán quedando decenas de miles que podrán seguir. Esta es la mentalidad del comandante Merduk al principio: pero en un momento dado cambia completamente de parecer y se niega a sacrificar a sus soldados en un asedio similar. No le veo lógica, salvo servir de justificación de la supervivencia de los defensores. En otras palabras, Kearney monta un escenario del que no hay salida: la fortaleza, tal y como ha planteado la ofensiva, no puede sobrevivir. Y no se le ocurre modo de salvarla, lo que es necesario para la trama general. Y a Kearney no le queda otra que sacarse de la manga esta contradicción en el modo de ser del general Merduk.
Y los números hinchados; se habla demasiado fácilmente de algo que, si nos fijamos, en la literatura de fantasía épica no es corriente detallar: el número de tropas de que se dispone. Aquí todo son números. Diez mil por aquí, cien mil por allá, cadáveres o soldados. Por no hablar de las hogueras del pogromo: ¿setecientas diarias? Esto es insostenible. Le da un aire artificial. Y la narración de estos asedios, de los combates... es bastante del montón.




¿Qué hay del viaje de Hawkwood que da título al tomo? Pues... poco a comentar. El viaje en sí, entendido como el trayecto, es correcto. Estalla la consabida tormenta que amenaza con destruir el barco; el capitán la capea como era de esperar. Es el mejor momento del viaje. No se profundiza demasiado en la posible tensión entre los marineros y los soldados; ni entre el capitán y el futuro gobernador. En un momento dado, cuando se hace evidente que el bajel transporta un pasajero extra que resulta ser un monstruo la situación no me parece bien llevada. Se resuelve rápido y sin esta escalada en la tensión que decíamos; aquí Paul Kearney podría aprender mucho de Dan Simmons y su “El terror”, donde se da una premisa similar infinitamente mejor llevada.
En cuanto a los viajeros en sí... me indigna: soy un fan de este arquetipo de la fantasía que es la figura del mago, del hechicero. Al leer en la sinopsis que el capitán Hawkwood viajará a un nuevo mundo con un “cargamento de magos exiliados a bordo” me emocioné. Los magos dan mucho juego. Sin embargo a Paul Kearney solo le importan dos: Bardolin y Griella. Bardolin es el primus inter pares, el más poderoso del grupillo; se convierte en algo así como su portavoz. Y Griella esconde un secreto que la hace interesante para la trama. El resto simplemente no existe: carnaza que tanto da que viva como que muera. No sabemos siquiera sus nombres, especialidades mágicas, nada acerca de su personalidad. Cuando pienso en lo que podría haber hecho Jack Vance con una premisa así...



Resumiendo. Tras haber leído esta primera entrega de la saga no me queda otro remedio que dejar de negarme a aceptar la evidencia: me aburre. Mucho. Y es una pena; la saga de “Las monarquías de dios” es un buque insignia de una potencial política editorial nueva. Fue editada en parte gracias a un sistema de subscripción. Me gustaría poder escribir una reseña que la pusiera por las nubes y dijera: “esta gran saga la podemos leer en castellano gracias a esta iniciativa pionera”. No es el caso. De ningún modo desmerece la idea, que espero se repita en otras tantas sagas abandonadas o que podrían abandonarse en un futuro; pero lamento que en este caso la obra salvada no sea gran cosa.
También es cierto que estamos hablando de una saga relativamente larga; quedan aún cuatro libros, que tengo intención de leer. Aún puede sorprenderme.