Reseñar American Gods es una tarea difícil, aunque eso no tiene que ver con
que el libro sea malo. Reseñar libros malos, de hecho, suele ser más fácil. El
problema de analizar American Gods
empieza cuando te das cuenta de que se aleja de todo lo convencional, toca
tantos palos que no se queda en ninguno y solo el hecho de querer
categorizarlo, ya es difícil – por algo se llevó premios de fantasía, ciencia
ficción e incluso terror–. El otro gran problema es la sorpresa, sí, algo tan
sencillo como eso. Explayarse a la hora de reseñar esta obra debería estar
prohibido; son tantas y tan maravillosas las sorpresas que me niego a referirme
a ellas aunque sea de forma sutil para no arruinar a posibles lectores la
alegría del descubrimiento. Por esas dos razones, esta reseña será más breve de
lo normal.
Cuando tengáis el libro en
vuestras manos, además de una maravillosa portada, veréis que no hay sinopsis.
Bien, no seré yo quien rompa ese hilo, baste decir que la novela arranca con nuestro
protagonista, Sombra, viviendo sus últimos días de una condena de tres años. Al
salir descubrirá que todo lo que esperaba encontrar fuera, se ha desmoronado y
en su lugar, sin previo aviso y como caído del cielo – je je – aparece un
misterioso personaje. Fin. No contaré más, si queréis descubrirlo, os lo leéis,
que vale la pena como pocos y es un clásico moderno.
American Gods da lecciones, muchas y muy variadas, da lecciones a
nivel de escritura sobre cómo organizar un texto y una línea argumental,
demuestra que puedes contar mucho con poco y que puedes llenar hojas y hojas
sin avanzar la trama pero sin aburrir y manteniendo al lector pegado al libro.
Da lecciones de historia y muchas, las más, lecciones de cómo entendemos esa historia
según nos conviene. De verdad, hay páginas que son pura reflexión sobre cosas
cotidianas que te hacen pararte a pensar.
Hay árboles y árboles, pero en ninguno mola estar colgado. |
Si has llegado hasta aquí y
todavía no te ha picado la curiosidad por leértelo, te voy a dar un par de
motivos más. El primero son las tramas. Todo American Gods en un entramado que el genio de Gaiman nos muestra
pero sin dejarnos ver del todo. Nosotros seguimos el hilo de Sombra, nuestro
protagonista, pero eso no impide que intuyamos el telar que le rodea. A lo
largo de su viaje las tramas se ramifican, muchas de ellas casi se convierten
en un juego en el que Gaiman reta al lector a adivinar sobre quién está
leyendo, otras parecen salirse del texto y empezar un nuevo libro, mientras que
también las hay de las que parece que el propio personaje el que decide salirse
del texto y hablarte a ti.
Y es aquí donde le pongo el único
pero a la novela. La trama que rodea
a la ciudad de Lakeside me ha gustado mucho, pero creo que dando más
protagonismo al misterio que se nos insinúa, del mismo modo que se da a la
presencia más que significativa de algunos personajes de la ciudad, el final
del libro hubiese conseguido que la mandíbula de más de uno se desencajara unos
cuántos grados más. Es un pero
pequeñito, pero ahí está y me extraña que después de tantas revisiones como el
propio Gaiman reconoce que ha hecho, no se haya decidido por darle más peso a
esa parte.
Por último tenemos a Sombra, el
protagonista de American Gods y que
no puede serlo menos al mismo tiempo. Sombra tiene la única función durante
tres cuartos del libro de ser nuestros ojos, haciendo que viajemos con él y sus
acompañantes, pero dejándose llevar, como un lector más, sin voz ni voto, solo
un testigo casi mudo de lo que ocurre. En cualquier libro esto sería un error,
pero no lo es en American Gods. La
pasividad y casi indiferencia de Sombra chocan de primeras, pero acaba cobrando
sentido y la pulida prosa de Gaiman consigue que en muy poco tiempo sintamos
una gran simpatía por el gigantón al que le persigue la mala suerte y algo más.
Un gran protagonista para hacernos de chófer entre aventura y aventura de sus
acompañantes.
Y aquí lo dejo, no voy a
alargarme más. American Gods forma
parte de ese selecto grupo de imprescindibles y se merece una oportunidad. ¡Dadle
saludos al Sr. Wedneday!